jueves, 26 de noviembre de 2009

MI EX SUEGRA

Una de las relaciones personales, que suele ser más complicada, es la de la nuera-suegra. En mi caso, puedo decir que casi siempre la he llevado bien y un ejemplo que les comparto va acompañado de esta foto.
La mujer que está con su nieto, es mi ex-suegra y hasta el momento llevamos una buena relación. Algo que en estos momentos de crisis de valores que existe poco en la sociedad o se mantienen dobles caras, que es mucho peor.
Esta mujer, de quién no pongo su nombre por respeto a su privacidad, es un ejemplo de una mujer moderna, trabajadora, de este tiempo que ha demostrado también ser una buena madre, porque madre no es sólo la que está en el día a día, también lo es la que sabe mantenerse al lado de sus hijos en todos los momentos. Ha recibido algunas ingratitudes de la vida, pero siempre, siempre me ha demostrado cariño y por supuesto, también a mi hijo. Esto lo valoro mucho y por eso lo comparto.
Si Dios quiere, en fechas próxima podremos estar juntas algunos días y seguramente nos tomaremos algunas fotos para el recuerdo.
Abrazos a mi familia que se mantiene cerca de alguna manera.
Liz

lunes, 13 de abril de 2009

Mis primos: Laura, Patricia y Joaquín. Mérida, Yucatán, México

El primer año que fuí a Yucatán de vacaciones fue muy importante en mi vida. Ahí conocí a mis primos: Laura, Patricia y Joaquín, entre otros familiares de los que hablaré más adelante en otras crónicas familiares.

Recuerdo con mucho cariño los viajes en tren, el aburrimiento del autobús. El preguntar a mi madre constantemente cuánto tiempo faltaba para llegar. De ver el paisaje y maravillarme ante los miles y miles de kilómetros que recorriamos. Algunos de ellos entre la selva. También que al llegar a los pueblos nos vendíeran comida por las ventanas del tren. Siempre comida caliente o bebidas frescas. Mucha gente subía y bajaba del tren. Nosotros nos quedabamos en el camarote hasta que volvía a moverse el tren y entonces nos daba permiso mi madre de abrir la puerta para asomarnos a ver el pasillo.

Viajamos en autobús diez y seis horas la primera vez de Puerto Vallarta, Jalisco a México, Distrito Federal. Sólo hizo una parada el autobús en Guadalajara y pudimos ir al baño. En cuatro asientos estabamos muy bien. Mi hermana y yo cabíamos en dos asientos para dormir. Y en otro par mi madre con mi hermano Ricardo, que por ese entonces tendría unos dos años, se acomodaban cómodamente, dentro de lo que puede ser en un viaje de autobús. Mi padre no iba con nosotros.

Para llegar a Mérida íbamos en tren. Eran dos noches con sus días en ese meneo que se da entre las vías. Ocupabamos un camarote con dos literas individuales. En la de arriba dormíamos mi hermana y yo. Abajo, mi madre con nuestro hermano pequeño. Nosotras tendríamos por ese entonces cinco y seis años.

Cuando llegamos a Mérida fuimos a casa de mi abuelita Amalia. Mi "Chichí", como le decían mis primos y primas de esa tierra, denominación que se le da a la abuela paterna, aunque para nosotros era materna. Como a todos nos gustaba el término, nos saltabamos la regla y la llamabamos: Chichí.

Mi abuela materna, mi Chichí, tejía hamacas de diversos colores. Era una de sus formas de subsistencia económica. También vendía refrescos fríos y caramelos. La recuerdo dando vueltas otorgando forma a esos hilos de colores que pendían de dos soportes de madera, mientras veía sus telenovelas en blanco y negro. Le gustaba mucho el actor Carlos Piñar y escuchar a Pedro Infante. Ella tejía hamacas mientras mi hermana y yo solíamos jugar a la lotería con algún vecino del barrio. Estábamos en Mérida, el lugar de nuestros veranos de la infancia y la adolescencia. Algunas veces también jugabamos a la lotería con ella, y muchas veces nos ganaba las partidas.

Con mis primos hubo buena relación desde el principio. Con toda la familia en general. Aunque actualmente no tengo correspondencia con la mayoría de los que somos, pero me gustaría que con el uso del Internet, poco a poco nos reencontraremos y así poder recordar los bellos momentos compartidos en esa preciosa tierra de la Península de Yucatán.

La primera vez que estube en Mérida, hubo un flechazo entre mi primo Joaquín y yo. Cuando menos es lo que recuerdo. Ese año tal vez él me seguía a mí o yo a él, eso no importa, el caso es que la pasamos peléando y contentándonos a cada rato. Ese juego duró cada verano hasta que nos hicimos adolescentes y entonces comenzamos a tener rivalidad por la música. Pero no era una rivalidad directa, eran más bien las hormonas que teníamos alborotadas. Las chicas nos aliabamos escuchando a Queen a todo volúmen y ellos, los chicos, en alguna casa de enfrente ponían a Kiss también a todo volúmen. Casi siempre estaban ellos en casa de un primo de mi primo que me gustaba. Ganaba la partida el grupo de jóvenes que mantenía más tiempo la música fuerte sin que le regañaran en casa o los vecinos protestaran. Eran tiempos en los que la música jugaba un papel importante en nuestras vidas y nos identificabamos con ídolos musicales o artísticos.

Mi prima Laura era todavía pequeña en esa época. Ese fue un año importante en mi vida. En la vida de mi familia. Mi madre volvía después de varios años de estar lejos. Comenzaron los veranos en Yucatán cada año y muchas anécdotas que se nos quedan por esta vez en el tintero.

Ahora ha pasado el tiempo. Nos escribimos de vez en cuándo. Me cuentan cómo les va la vida y yo también les comparto mis confidencias por el correo electrónico. Pero el escribir este recuerdo y el saber que en ustedes tal vez evocará otros recuerdos, espero que bonitos, me hace sentir bien y con ganas de verlos.

Un abrazo a la familia y ojalá sigamos contactándonos con los demás primos y primas... y familia.

¡Y que nos veamos pronto con mucha felicidad para compartir, sea aquí o allá... donde Dios con salud y amor nos diga!

Liz
Álvaro
y Llibert.

miércoles, 11 de marzo de 2009

TÍA NIDE Y ARMANDO MANZANERO

Siempre me han gustado los boleros. Entre mis autores favoritos está mi compatriota Armando Manzanero.
En la foto que les comparto, está mi tía Nide bien acompañada de este gran maestro después de un concierto en Mérida Yucatán, México, de donde son oriundos los dos. Mi madre también es de esa tierra y la sangre maya que corre por mis venas es lo que nos une y en la distancia disfrutemos del sabernos familia.
Un abrazo a mi tía con el cariño de siempre,
Liz.








sábado, 21 de febrero de 2009

Unión con la familia del Distrito Federal.


El otro día me llamó por teléfono mi prima Laura Berenice. Y su voz tan tierna como siempre trajo a la memoria muchos recuerdos. Días de bicicleta, de primeras vueltas en auto por las calles de nuestra colonia. De caminar entre callejones, en callejuelas. De fiestas, primeras lecciones de maquillaje. Días de compartir libros. De hablar hasta la madrugada de sueños.


Me vinieron olores nostálgicos. Tardes de domingo llenas de familia. Con secretos contados y amores de puerta para abajo. Eramos adolescentes. Estrellas recién puestas en el universo.


Ahora tenemos hijos más grandes. El tiempo ha pasado. Vivimos en otra ciudad, pero los lazos de sangre nos siguen manteniendo y la modernidad permite compartamos algunas fotografías.
En esta foto está de izquierda a derecha: Ximena, Laura, tía Rosita y Aratza.
Un enorme placer compartir de nuevo con ellas.
Un sincero gracias.
Liz